quarta-feira, 4 de maio de 2022

Mumford 1961: para a história da renda da terra urbana


MUMFORD L (1961), “Capítulo XIV - Expansión Comercial y Disolución Urbana, 2. La nueva libertad”. La Ciudad en la Historia, Logroño: Pepitas de calabaza Ed., pp.689-697


(..) Muchos esfuerzos se hicieron a fin de reducir el ritmo de traspaso de la tierra municipal y feudal a la propiedad individual; pero el hecho es que este cambio prosiguió sin interrupción y fueron desapareciendo las posesiones feudales, con deberes recíprocos entre terrateniente e inquilino, siendo remplazadas por la propiedad comercial, sin más obligación que el pago de impuestos. Stow nos ha dado una descripción gráfica del proceso: en Shoreditch había

«una hilera de decorosas casitas con jardines para pobres familias venidas a menos, instaladas en ellas por el prior de dicho hospital (St. Mary Spittle), cada una de las cuales pagaba un alquiler de un penique por año para las navidades [...] pero, después de la supresión del hospital, estas casas, por falta de reparaciones, se arruinaron tanto en unos cuantos años que se las llamaba Rotten Row (La Hilera Podrida) y las pobres y maltrechas [...] casas fueron vendidas, por una pequeña cantidad de dinero, pasando de Goddard a Russell, un pañero, quien las reconstruyó y las puso en alquiler con buenas tarifas, cobrando también grandes multas a los inquilinos, casi tanto como le había costado adquirir y reconstruir las casas».

No bien se aceptaron los principios de apropiación capitalista, exentos de todo sentido de responsabilidad social, los cuchitriles contaron con autorización para prosperar. Avenel, el autor del tratado histórico clásico sobre Money and Prices, señala un nítido punto culminante en el siglo XVI. A partir de entonces, en Francia, los alquileres urbanos suben y exigen una parte desproporcionada del presupuesto del trabajador urbano. El cambio concreto debió de producirse en muchos lugares, en Londres, por ejemplo, antes del siglo XVI: de otra manera no podríamos explicamos esas líneas indignadas en Pedro el Labrador: «Compran casas, se hacen propietarios; si vendieran honradamente no edificarían tan alto». En el siglo XVI Robert Crowley confirmaba esta observación en sus versos sobre «Rent Raisers» (Los que suben los alquileres):

Un hombre que tenía tierras de diez libras por año

inspeccionó las mismas y las alquiló caro;

de modo que con diez libras hizo una veintena

de libras más por año que lo que otro antes hiciera. 

Los nuevos centros comerciales, con sus poblaciones cada vez mayores, fijaron el ritmo para la intensificación del uso de la tierra; y cuanto más limitada era la cantidad de tierra disponible, debido a la constricción natural, como en el caso de la montañosa Génova, o debido al monopolio privado, como en Viena o Londres, más altos eran los alquileres y mayores las posibilidades de beneficio mediante usos degradados y antisociales. Lo que las compañías navieras descubrieron en el siglo XIX, con su explotación de los pasajeros de proa, ya lo habían descubierto mucho antes los propietarios de terrenos: las ganancias máximas no se obtenían facilitando comodidades de primera clase para los que podían pagarlas a buen precio, sino hacinando en tugurios a aquellos cuyos peniques eran más escasos que las libras para un rico.

Antes de mediados del siglo XIX ya había muchas partes de Londres, Nueva York y París de las que se podía decir con seguridad: cuanto peor la vivienda, mayor la renta total de la propiedad. El único límite para esta feliz realización, consistente en estrujar a los pobres para lucrarse con sus necesidades, surgió cuando el costo del delito, el vicio y la enfermedad en el tugurio, reflejado en impuestos, empezó a aminorar la ganancia neta obtenida de los alquileres. En Londres esto no se produjo hasta la época victoriana, cuando se efectuó en el municipio una eliminación de cuchitriles al por mayor, en parte para adquirir nuevo espacio para la expansión comercial, pero también en parte para eludir la creciente carga de la ley de pobres de la parroquia.

La transformación de las antiguas casas más espaciosas en inquilinatos apelmazados, donde toda una familia - y a menudo más de una família - podía hacinarse en un solo cuarto, no bastaba para dar cabida a la población creciente de las ciudades más «prósperas». Era necesario construir nuevos barrios que aceptaran desde el comienzo estas condiciones abyectas como norma.

Según la autobiografía de Roger North, la edificación para especular comenzó en gran escala en Londres con las empresas del doctor Barbone después del Gran Incendio de 1666. La disminución de viviendas que se produjo entonces le brindó una oportunidad favorable. (..)


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2022-05-04