ESCUDERO Alejandrina 2008, “La ciudad postrevolucionaria en tres planos”. Cd. De México: IIE-UNAM.
https://www.scielo.org.mx/pdf/aiie/v30n93/v30n93a4.pdf
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Hacia una gran metrópoli
Otro factor importante fue la expansión de la mancha urbana ocurrida entre
las dos últimas décadas del siglo xix y las tres primeras del xx, al asentarse “colonias” y fraccionamientos que empezaron a ligar la ciudad con los pueblos, ya entonces convertidos en delegaciones (como San Ángel y Tlalpan), o
al flanquear calzadas (como Reforma y Tlalpan), debido a lo cual desaparecieron ranchos, haciendas, ejidos, ríos y canales. A algunas de esas colonias se las
dotó de infraestructura de primer nivel, pero la mayoría de ellas se fraccionaron sin servicios básicos.
La traza virreinal se transformó con la demolición o cambio de uso de bienes eclesiásticos, lo que trajo la apertura de calles que afinaron su forma de
damero. En la periferia, el trazo de algunos fraccionamientos adoptó una forma cerrada (elíptica) de acuerdo con su topografía (Las Lomas de Chapultepec)
o con su diseño original (Hipódromo Condesa) con influencias extranjeras.
Independientemente de la desigual dotación de infraestructura urbana y el
crecimiento azaroso, se empezó a enfrentar y solucionar los problemas de una
forma integral, es decir, considerando la ciudad de México y el Distrito Federal
en relación con la cuenca de México. Entonces surgieron las primeras estrategias y estudios de planificación total. Se crearon organismos especializados y se promulgaron algunas leyes, como la ya mencionada Ley Orgánica del
Distrito y la Ley de Planificación y Zonificación del Distrito Federal y Territorios de la Baja California. Asimismo, se creó la Comisión de Planificación
del Distrito Federal y se mantuvo un programa de obras públicas iniciado en
la primera década del siglo xx y continuado hacia 1934.
Ciertamente, entre las dos últimas décadas del siglo xix y las tres primeras del xx —periodo de poco más de medio siglo—, se empieza a definir el perfil moderno de la ciudad, que al inicio de 1930 cuenta ya con una identidad urbana y arquitectónica, a pesar de que esto no resulta así según Manuel Toussaint, quien afirma lo siguiente: “Un estudio especial debe hacerse del periodo comprendido entre .... y nuestros días, pues desde entonces viene a ser México casi una nueva ciudad que pierde personalidad para afrancesarse y ayancarse [sic], sin plan definido; al despojarse de muchas de sus características”. Si bien en ese lapso la capital había perdido algunos rasgos coloniales y lacustres, además de crecer de manera desordenada, había cierta estabilidad en su desarrollo, pues sus singulares asentamientos (colonias y fraccionamientos) y su amplia red circulatoria le confirieron una identidad urbana reconocida a lo largo del siglo xx. (..)"